sábado, 10 de septiembre de 2011

Triunfo de César Jiménez en la primera de Albacete


Comenzaba fuerte el abono de la feria de Albacete en los carteles, al menos en lo referido a matadores. Nada más y nada menos que Ponce, César Jiménez y Perera se anunciaban con una de Román Sorando. Ahí ya olía peor la cosa, más aún cuando ayer se rumoreaba que al menos tres de la ganadería titular habían sido rechazados y se sustituirían por otros tantos de Luis Algarra. Así pues, con figuras y remiendos, los malos augurios se confirmaron. Hubo de todo en cuanto a presentación, pero en general bien armados  y con cuajo, salvo algún gato con una seria cornamenta que colaron. Respecto al juego, pues también homogeneidad: toros desrazados que tomaron un puyazo de trámite y que no dieron problemas a los toreros por su borreguez (la de los bichos, me refiero –y cuando digo bichos, a los toros), que embestían con la cara a media altura, sin transmisión alguna y que, en general, llegaron parados a la muleta y se quedaban a mitad de viaje. Sólo el quinto, de Algarra, que fue el que más manseó en los dos primeros tercios, ofreció veinte embestidas largas y humilladas que supo aprovechar César Jiménez.
Lleva una muy buena temporada el de Fuenlabrada y hoy lo ha demostrado en sus dos oponentes. Al mencionado quinto se lo llevó a la contraquerencia y, a base de buena colocación, dejarle la muleta puesta en la cara y tocarle inmediatamente para, tirando de la embestida, ligar el siguiente, consiguió instrumentar largas y templadas series de pases naturales en redondo por ambos pitones. Mató de un estoconazo y le dieron dos orejas, que quizás resultaron excesivas porque de mitad de faena para adelante el toro se acordó de su condición de manso, y el torero de que lo que cuentan son las orejas y finalizó su labor con unas culerinas y rodillazos en la puerta de toriles que resultaron un poco embarullados. Y no es que quede mal eso de los redondos por la espalda –que, además, cada día están más de moda-, pero yo siempre he escuchado y leído lo de dar el pecho o el medio pecho en el cite, pero jamás el culo. En su primer toro posiblemente hubiera cortado otra oreja de haber acertado con la espada, tras una aseada labor en la que estuvo por encima del de Sorando.
Enrique Ponce debería plantearse seriamente lo de retirarse, ahora que todavía se le respeta y considera un Maestro. El que para mí (y para muchos) ha sido el mejor Torero de la historia (por técnica, conocimiento, amor propio, capacidad lidiadora y otras muchas cosas) corre el peligro de abandonar esto de los ruedos de puntillas y entre los pitos y recriminaciones del público, como hoy ha ocurrido en Albacete. No es que le hayan salido dos toros de triunfo, pero en mejores años les habría buscado las vueltas y hasta les hubiera cortado las orejas. Y, para colmo, con la espada estuvo peor que mal. El agujero que le hizo en la barriga al cuarto era para llevarlo detenido por puñalada trapera con premeditación y alevosía, porque se veía venir. Pero no, salió por la puerta de cuadrillas entre los pitos de los aficionados y con el esportón vacío de trofeos, pero lleno de billetes.
Perera, que venía con el runrún de que el día anterior había cortado montones de orejas en su pueblo, sorteó el lote de menos posibilidades. Y eso que el sexto (de Algarra éste) prometía en el tercio de banderillas por su movilidad y largura en las embestidas. Pero la falta de raza del animal, unido a la nefasta lidia de su cuadrilla –hasta cinco veces tuvieron que ponerlo en suerte y entrar a intentar dejar los palos- hicieron que el toro durara lo que duran los cubitos en el whisky de Sabina y, tras un buen inicio de faena, la cosa se vino abajo y optó por el arrimón, que no tuvo ningún eco dada la escasa transmisión de su oponente. De lo que sucedió en el tercero, ni me acuerdo, pero poco destacable.

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