miércoles, 14 de septiembre de 2011

Orejas para Pinar y Cid en la quinta del abono albaceteño


            Pasamos el Ecuador de la Feria y, si quitamos lo de César Jiménez, la cosa no termina de arder. Una parte por culpa del ganado y otra mucha, también, de los toreros. Hoy tampoco ha habido material excepcional entre los seis correctamente presentados de El Torero –claro, que si esto fuera la norma, hasta yo querría ser matador-, pero por lo menos dos de ellos se han debido de ir sin las orejas al desolladero. Uno de ellos el cuarto de la tarde, con el que El Cid realizó un muy limpio y ajustado quite por delantales, rematado con una extraordinaria media. Galopó el toro en la muleta y tuvo fijeza, prontitud, clase y fue repetidor. ¿Que qué más se puede pedir? Pues dos cosas: la primera, que hubiera durado un poco más, ya que se terminó rajando demasiado pronto; la segunda, que el torero, mientras el animal duró, le hubiera recetado unos cuantos naturales en redondo como en otras muchas ocasiones ha demostrado que sabe dar. Incluso ha instrumentado algunos muy buenos con ambas manos –y por eso, y porque la estocada fue eficaz, le dieron una orejita- pero no es este mi Cid. Se le vio desconfiado, como si estuviera falto de sitio o, lo que es peor, de valor. Y eso que hasta se metió entre los pitones, dio redondos por la espalda, hizo el teléfono, desplantes varios y demás alardes de cara a la galería…pero eso no es torear, y bien lo sabe él. Con el primero, flojo y soso, se limitó directamente a doblarse con él y pasaportarlo, cual Curro Romero en sus peores tardes.
            El tercero de la tarde también se llevó la oreja para adentro, pero en esta ocasión por el fallo a espadas de Rubén Pinar, quien, en mi modesta opinión, es bastante mejor torero de lo que los aficionados critican. Posee una muy buena técnica, un temple extraordinario y un valor más que suficiente. Evidentemente, no es un artista, pero sí un torero muy capaz. De hecho, lleva en la profesión dos días y su currículum, en ferias importantes, es superado por muy pocos. Realizó una maciza faena a este oponente, sobre todo con la mano derecha, en la que destacaron la suavidad de los muletazos y la templanza con que llevaba al toro prendido en la muleta, pulseando la embestida cuando así era necesario. El sexto astado no fue tan claro ni pronto, pero aún así sacó de él varias series meritorias de redondos con la diestra, rematadas con una estocada algo caída. Le pidieron la oreja –quiero pensar que por la actuación en conjunto de la tarde, o por eso del paisanaje- y el Presidente no tuvo más remedio que concederla.
            Completaba el cartel El Fandi, al que es inusual verlo salir, como hoy ha ocurrido, entre la indiferencia del público. Y no ha tenido ninguna culpa el granadino –torero honrado y necesario para la Fiesta, aunque no comulgue con su tauromaquia-. Banderilleó en ambos como siempre, con un poco más de ajuste en el segundo –al que había recibido con unas buenas verónicas de salida-. Aparte de eso, no pudo hacer otra cosa. Su primero se le fue al pecho hasta tres veces en los inicios de la faena de muleta, y el quinto fue un manso pregonado, que se fue a la puerta de chiqueros y fue imposible sacarlo de allí.

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