Ocurrió, por fin. Llegó el día tan esperado. El Extraterrestre regresó al planeta Toros. Lo que sucedió ayer en el ruedo en Valencia es algo fuera de lo normal de la Fiesta, digno de un profundo estudio de psicología de masas. ¿Cómo es posible, si no, que con tantos enganchones, trapazos, toreo eléctrico, desarmes, cites al hilo del pitón con la muleta retrasada en la mayoría de los casos y ayudándose con la espada en los naturales, sin causa justificada para ello, y despidiendo hacia afuera la embestida del toro se desatara la histeria colectiva que se desató a la muerte del quinto?
Hasta aquí, la cosa incluso se podría disculpar. La gente, cegada por una fenomenal campaña de marketing, acude en masa a ver al único torero que, según dicen, actúa con la verdad por delante (se olvidan, eso sí, de que la primera mentira, y gorda, que nos cuenta –como el resto de sus compañeros- empieza cuando por chiqueros sale un torito al que le faltan quince centímetros de pitones). Y, como para ello pagan cantidades desorbitadas en la reventa, ¿Van a ser encima tan tontos de que siquiera se les pase por la cabeza que lo que ayer hizo el Galáctico lo hacen muchos otros e incluso mejor? Evidentemente, no.
Lo que sí que es injustificable es que la mayoría de los que se llaman críticos taurinos se hayan sumado todos a una a la secta del “Tomasismo” (¿por qué será?). Hasta tal punto que uno de ellos, al que yo tenía por persona seria y responsable, ha llegado a llamar, en su crónica, “inepto”, “inútil”, “mamón” y hasta "cabrón" al Presidente sólo por no darle la segunda oreja. Hablo del señorito Zabala de la Serna. Y preferiré pensar que en ese momento estaba totalmente embriagado por el toreo del Niño de las Galaxias (o por lo que fuera, porque llega a darle méritos al cite con la muleta retrasada, y eso ya suena a algo más fuerte que vino o cerveza) antes que malpensar que los sobres venidos de más allá de las estrellas tienen un alto valor económico.
Por cierto, que para rematar la tarde lo único que faltó fue la nave espacial (aunque quizás Zabala, tan alterado como estaba cuando escribía la crónica, es posible que la viera). Pero que vayan tomando nota los empresarios modernos y arriesgados que apuestan por nuevas fórmulas. Para la próxima, podría aterrizar en el centro del ruedo en un simulado platillo volante mientras la música de “Encuentros en la Tercera Fase” sustituye al tradicional “Pan y Toros”. O, quizás más emocionante, que del hotel a la plaza, en vez de llegar en la tradicional furgoneta, fuera transportado sobre unas andas en procesión, tras la típica banda de trompetas y cornetas, mientras los enfervorizados seguidores (como por ejemplo los antitaurinos tomasistas Serrat y Sabina) se desgañitaran cantándole por el camino conmovedoras saetas.