viernes, 18 de febrero de 2011

Recuerdos

Mis primeros recuerdos taurinos se remontan a hace ya más de treinta años, en mi plaza de Albacete. Apenas tenía siete años de edad cuando, al no haber entradas libres cerca de su abono, mi padre me llevaba a un asiento en el otro extremo de la plaza y, pidiendo a mis vecinos de localidad que me cuidaran, allí me dejaba hasta que al finalizar el festejo volvía para recogerme. Como era de esperar, no me enteraba de mucho de lo que en el ruedo ocurría, pero allí aguantaba sin perderme detalle de nada. Por eso, al poco tiempo –y gracias al esfuerzo económico que mis progenitores tuvieron que hacer- me convertí en abonado del tendido 5, en cuyos asientos de duro cemento aprendí de mi padre casi todo lo que hoy sé de toros. De esa época jamás se borrarán de mi memoria hechos que,  hoy en día, todavía me hacen sentir escalofríos: los triunfos apoteósicos de Dámaso González; la muerte del espontáneo la tarde que, a la postre, supondría la retirada de El Cordobés de los ruedos; la pelea a puñetazo limpio entre Alfonso Navalón y José Mari Manzanares en el festival homenaje al mencionado espontáneo; o la grandiosa faena del propio Manzanares a un toro de Marcos Núñez una tarde en la que vestía de grana y oro.
También me vienen a la mente la última tarde en que Paquirri  (el de verdad) actuó en Albacete, y cómo, ante la incapacidad de los cabestros de  devolver a un toro a los corrales, cogió la fusta del mayoral y él solo se las apañó para arreglar el desaguisado; y la famosa corrida con Paquirri, Dámaso y Capea en el cartel, que obtuvo tales éxitos artísticos que la llegaron a repetir hasta tres años consecutivos. Y tampoco creo que me olvide de aquel nefasto día en que el albero se cubrió por completo de almohadillas después de que Antoñete, Ojeda y Emilio Muñoz asesinaran a seis toros en poco más de una hora. Pero, lo que estoy seguro que siempre recordaré, es aquella ilusión con la que tarde tras tarde acudía a la plaza dispuesto a divertirme y aprender con todo lo que allí ocurría, completamente inocente y desconocedor de afeitados, cambios de cromos, pico de la muleta, fueracachos, suertes descargadas, ganaderías toreristas, muletas retrasadas, cites perfileros al hilo del pitón, monopuyazos, vetos entre compañeros y demás chanchullos que, hoy en día, hacen que en ocasiones me sorprenda fiscalizando lo que en el ruedo está ocurriendo en vez de disfrutándolo.


1 comentario:

  1. Desde pequeño se aprende... como tus progenitores te levaban a los toros así has salido; un entendido.
    Mis progenitores no me compraron un abono ( bueno, ya tenían bastante con pagar el de mi hermano mayor y el de dos hermanos pequeños). Pero supongo que algo de afición se me ha pegado de las tertulias taurinas que había en mi casa y de cuando mi padre me llevaba a ver a Pepín Jiménez, ahí es ná.

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