viernes, 13 de mayo de 2011

No cambian, no.

             Adivina, adivinanza: coso taurino cuyo aforo lo completan todas las tardes alrededor de diecinueve mil quinientos individuos sin personalidad y otros quinientos que van de listos. Casi ha acertado. Efectivamente, se trata de la plaza de toros de las Ventas del Espíritu Santo, de Madrid. Esa que presume de ser la primera plaza del mundo, pero que queda muy lejos de ello, pues ni lo es en capacidad (la de Méjico ciudad le supera), ni es la más antigua (se lo disputan la Castañeta de Béjar y la de Santa Cruz de Mudela), ni, mucho menos, la más entendida (otras muchas). Pero a la respuesta le falta una pequeña matización para ser correcta del todo: se trata de la mencionada plaza, pero en la Feria de San Isidro o en la de Otoño, porque durante el resto de la temporada esos quinientos son los únicos que acuden a la plaza, y se comportan como personas normales.
             Y si estuvieran callados, pues no pasaría nada. Pero lo peor de todo es que quieren imponer su sabiduría y criterio a todo el mundo. Y chillan, y dan palmas de tango, y hacen cualquier cosa de mala educación con tal de reventar la faena de aquel torero cuya tauromaquia no comparten o, peor aún, aquel al que no tragan por lo que sea –la causa más extendida es porque se trata de una figura consagrada o porque viene de triunfar en Sevilla.
            El caso es que como se creen listos hacen cosas típicas de los listos, como dedicarse a descubrir nuevos talentos. Y, por eso, encumbran y proclaman triunfadores a toreros que duran una temporada porque, como bien dicen, al final el toro pone a cada cual en su sitio. ¿Ejemplos? A montones: Dámaso Gómez, Manili, Mariano Jiménez, Javier Vázquez, El Califa-por dos veces-, Juan Bautista, otras dos, Fernando Cámara, Víctor Puerto, Juan Cuéllar, Alfonso Romero, Fernando Robleño, Domingo Valderrama, Óscar Higares, Canales Rivera, Fernando Lozano y un largo etcétera que hoy en día andan retirados en el olvido u olvidados mientras tratan de repelar cuatro perras en ocho plazas de pueblo.
            Acaba de comenzar la Feria del 2011 y, viendo lo de ayer, yo pensaba que habían cambiado. Pero no. Debían estar todavía fríos y hoy, a la segunda de abono, ya se han manifestado. Para empezar, no le han dado la más mínima importancia a una más que aseada faena de Abellán citando al toro de largo, luciéndolo en su galope y templando sus embestidas. Al contrario, en vez de agradecérselo, se han dedicado, como es típico en ellos, a joder todo lo posible, y más. Luego, en el quinto, ante un toro imposible le han pitado primero por intentarlo, y después por irse a por la espada (vamos, como para contagiar la locura al torero y a cualquiera). De lo de Pinar prefiero no opinar. Ahí han seguido, con sus pitos. Como harán siempre que toree este muchacho, o al menos mientras no cambie su concepción del toreo. Para mí, de haber matado, era faena de oreja, pero soy uno de los diecinueve mil quinientos del rebaño.

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