lunes, 4 de abril de 2011

La vida sigue igual

Es cierto que la esencia de la canción es aplicable al Toreo ya que, a pesar de las modas, de las reformas, de los toreros que van desapareciendo, de los nuevos que entran en los carteles, etc., el Toreo continúa. Y todavía es más acertada y se ajusta de maravilla al mundo del toro esa parte que habla de los muchos halagos cuando uno triunfa y de los pocos y buenos amigos de verdad que tras los fracasos quedan. Pero, a pesar de ello, no me refiero a nada de eso, sino a que tras la de Fallas ha  transcurrido una nueva Feria, la de la Magdalena (de Castellón), y por lo que me han comentado amigos, y por lo que he leído a mis compañeros de blogs, la cosa sigue igual.
Es decir, que prácticamente no ha ocurrido nada nuevo con respecto a lo que hemos podido ver en Valencia. Que los toros, con el permiso de la autoridad y la complacencia de los malos aficionados que lo toleramos, siguen saliendo de chiqueros mal presentados y afeitados. Y que los toreros, a pesar de que el invierno ya no es invierno para casi todos ellos, vienen a medio gas de hacer las Américas, con los aceros destemplados y los ánimos más bien fríos, como en fase de preparación para las Ferias importantes de la temporada.
 Que los mejores toreros siguen siendo (cada cual que los ponga en el orden que quiera) Manzanares, El Juli y dos o tres más que en Castellón no han tenido suerte en los sorteos (Cid, Perera, etc.). Que Morante hizo lo mejor, como siempre, pero por una causa u otra la cosa duró poco (también, qué curioso, como casi siempre). Y que, ya que la cosa va de canciones, igual que el de José Alfredo lo era, con dinero o sin dinero, Enrique Ponce, toreando o sin torear, posiblemente también seguirá siendo el Rey, quien, aun en horas bajas y sin pasar por Castellón ni por Madrid, seguirá mandando a la hora de hacer y deshacer en las Ferias de mitad de Junio para adelante (es decir, en casi todas).
Y, lo más preocupante de todo, que los toros, antaño festejo popular, cada vez están más cerca de convertirse en un espectáculo elitista. En el caso de Castellón, la entrada más barata, de tendido, costaba treinta y tres euros (cinco mil quinientas de las antiguas pesetas), para ir a sentarse al sol, encima de una piedra, con las rodillas de el de atrás clavadas en tu espalda y sin saber dónde colocar tus pies, a riesgo de sufrir algún problema circulatorio, para ver un espectáculo manipulado de antemano. Que tengan cuidado, que así las cosas no son. Con precios populares, todo eso vale (todo, menos la manipulación, claro); pero que sepan que los que, tarde tras tarde, se pueden permitir estos precios desorbitados, exigen unos ciertos parámetros de comodidad y que no acudirán a la fila quince de sol ni aunque les regalen las entradas. Que cuiden a los aficionados, que el día que decidamos dejar de acudir a las plazas la vida no continuará, igualmente, para los taurinos.

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